Un novela que llega con fuerza desde Argentina. La muerte de varios niños en las vías del tren desencadena una trepidante investigación por parte de la periodista Verónica, que le llevará a un asunto turbio y complicado, con fuertes apuestas y mucho dinero en juego. En una puntuación del 0 al 10 le daría sin lugar a dudas un 7.La novela tiene un aspecto negativo para el lector español y es que está llena de expresiones típicas de Argentina, algunas difíciles de comprender. Muchos de sus capítulos son repetitivos. Machacan sobre el mismo tema. Se echa de menos un poco más de fluidez y rapidez en la narración.
Sinopsis: Para una revista como Nuestro Tiempo, la noticia de que un conductor de ferrocarriles se ha suicidado podría ser irrelevante, pero no para Verónica, la periodista más inquieta de la redacción. Y menos aún cuando descubre que hay cabos sueltos en la nota que ha dejado el suicida: no podía cargar con la culpa de cuatro muertes; la última, la de un niño que se arrojó a las vías del tren mientras él conducía. «Yo sabía que ese día lo iba a matar», escribe. ¿Cómo podía saber eso el conductor? ¿Era solo una manera de hablar? ¿Una premonición? Durante la investigación, Verónica conoce a Lucio, un joven maquinista casado, con quien inicia una relación cada vez más intensa y peligrosa. La periodista descubrirá que esas muertes en las vías del tren siguen un patrón: niños pobres, de barrios marginales y a los que a veces es difícil identificar... Todo parece indicar que detrás de esas muertes se oculta una trama siniestra en la que podría haber muchos implicados.
La novela ha sido editada por Círculo de Lectores.
