"Lo que me queda por vivir", de Elvira Lindo, es un libro que me ha resultado demasiado intimista, adolece de acción y que mezcla mucho el pasado del personaje con el presente.
La protagonista, Antonia, recuerda los años ochenta cuando ella tenía veinteséis años y vivía sola en Madrid, separada de su novio y con un hijo de cuatro años. El libro es un continuo ir y venir del pasado y del presente, con tiernos recuerdos de sus vivencias, cuando trabajaba en la radio y posteriormente de guionista en un canal de televisión.
Los textos demuestran el intenso amor que la protagonista siente por su hijo pequeño y cómo el amor le fue esquivo en aquellos años ochenta, con la existencia de varias frustraciones amorosas que la marcaron indudablemente. Una de ellas la llevó a un intento de suicidio y otra a un aborto voluntario.
La suya es la historia de un viaje interior, el de una mujer que se enfrenta a la juventud y a la maternidad mientras intenta hacerse lugar en la vida, en una ciudad y en una época de tiempo acelerado, más propicio a la confusión que a la certeza, sobre todo para alguien que ha tenido una experiencia demasiado temprana de la pérdida y de la soledad.